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sábado, 26 de marzo de 2011

TORMENTAS EN LA PRIMAVERA ÁRABE

Bueno,  creo  que  es obvio que hoy toca hacer repaso de actualidad, que según  está el  patio en el Mundo Árabe, tendría que dedicar el blog en exclusiva a ello para llevar  la  situación al día. En estos momentos, aunque obviamente  el foco de atención está en Libia, por motivos obvios, hay otras tres zonas que están en plena incandescencia: Siria, Bahrein y Yemen. Analicemos los diferentes casos.

            Sabemos todos qué está ocurriendo en Libia. Después de que  Muamar Gadafi utilizase aviones, tanques y todos los medios a su alcance para detener el avance de los rebeldes que habían iniciado la revuelta en Bengasi, haciéndoles retroceder hacia la ciudad donde todo había comenzado; la Liga Árabe pidió la intervención de la ONU, que con la sorprendente abstención de Alemania, sacó adelante la Resolución 1973, aprobada el 17 de Marzo y cuyo texto principal es “(En Libia) proteger a los civiles y a  las áreas  pobladas bajo amenaza de ataque”. Esto incluía  la creación de una zona de exclusión aérea sobre Libia (lo solicitado por la Liga Árabe), la intervención de los barcos que pudieran transportar armas,  y la destrucción de buena parte de la capacidad ofensiva de Libia. Francia comenzó los bombardeos, seguidos de Estados Unidos (que de momento, ostenta el mando de la operación, aunque este fin de semana debería hacerse el traslado del control a la OTAN, aunque también se habla de una nueva coalición, debido a la negativa de los países árabes que participan en la operación, como Qatar o Turquía, a vincularse con la organización que lleva como ocho años fracasando en su intento de solucionar los problemas en Afganistán). La Operación Amanecer de la Odisea (sí, ese es el nombre que lleva), se ha centrado en ataques aéreos y marítimos a objetivos militares, descartándose tanto la intervención terrestre como el apoyo directo a los rebeldes bengasíes. En la línea habitual de su retórica, Gadafi ha tratado de convertir la operación militar en la obra de un nuevo Reich nazi que desafía la independencia libia, y por supuesto, está dispuesto a anegar todo el país en sangre (aunque algunas fuentes indican que Gadafi podría estar siguiendo los “consejos” de Hillary Clinton, que señaló que lo mejor que podía hacer el autor de El Libro Verde era marcharse); pero lo cierto es que aunque la operación se ha alejado bastante de la idea original de “operación quirúrgica”, los informes aliados indican que, de facto, Libia ya no dispone de aviación. La guerra libia se está desarrollando, sobre el terreno, sobre todo en dos frentes. Ajdabiya, al suroeste de Bengasi es quizá donde el conflicto entre las fuerzas de Gadafi y los rebeldes es más crudo; y Misrata, más cercana a Trípoli, donde se encontraba buena parte de la infantería y el ejército de tierra libio, y que se han atrincherado entre la población para evitar los ataques de los aliados, que de momento parecen estar teniendo un escrupuloso cuidado al no atacar centros civiles (es obvio que no quieren que Libia se convierta en otro Iraq). Pero hay otro frente abierto, y es el diplomático entre los propios aliados, ya que Obama está teniendo verdaderos problemas ante el Congreso de los Estados Unidos para justificar su intervención en Libia; Italia exige que el control completo de la operación pase a manos de la OTAN, amenazando con “revisar” el estado de las bases italianas cedidas para la operación (ya que todos los aliados tienen sus bases en Sicilia o Cerdeña); Francia, convertida en punta de lanza del Amanecer de la Odisea, quiere separar el liderazgo político de la acción del liderazgo militar, para favorecer la participación de los países árabes que no quieren relacionarse con la OTAN; y la Liga Árabe realmente no consigue ni ponerse de acuerdo sobre cual es su posición ante lo que está ocurriendo. Y nunca mejor dicho, las próximas horas pueden ser decisivas, pues debería aclararse el liderazgo y objetivos de la operación, que cada vez se parece más a una hidra de muchas cabezas.  

            La situación en Siria es complicada, muy complicada a día de hoy, especialmente debido al prestigio y la estabilidad que normalmente ha demostrado Damasco dentro del mundo árabe, y que vive la contradicción de ser el país árabe con un carácter oficial más laico, pero donde las libertades se encuentran también más recortadas. Siria, al igual que Bahrein y Yemen, como veremos más adelante, y como ya he comentado en otros posts, tiene un “agravante”, por llamarlo de alguna manera, y es la disparidad religiosa entre las clases gobernantes y la mayor parte de la población, aunque en el caso sirio, esto sea al contrario que en los otros dos casos. Aquí, Francia, que fue quien colonizó Siria y Líbano, se apoyó en los alauitas, una rama del chiísmo (a la que también se adhiere la monarquía marroquí, por ejemplo) frente a la mayoría sunní del país, y tras varios golpes de estado, el partido único Baaz se hizo con el poder en Damasco, consiguiendo la independencia de Francia, pero manteniendo el predominio de los chiítas. Siria, consciente de su debilidad militar frente a Israel, fue uno de los primeros países árabes en apartarse de los conflictos que se dieron durante los años  70, concentrándose en tratar de mantener su propia y complicada estabilidad, y manteniendo el estado de emergencia desde 1973. Su actual presidente, Bashar al-Assad, es odontólogo… y el hijo del anterior presidente, Hafez al-Assad. La ciudad de Derah, al sur del país, se ha convertido en el Bengasi sirio, donde ha comenzado la revolución, un movimiento que aún parece estar en pañales, pero que, en el caso de tener algún tipo de resultado, se convertiría en el cambio político más importante en el mundo islámico desde, probablemente, la revolución que transformó la Persia del Shah en el Irán del Ayatollah Jomeini. Desde luego, la evolución de la situación siria es un fenómeno a seguir.

            Bahrein, en el Golfo Pérsico, es un reino con una minoría sunnita apoyada por Arabia Saudí que gobierna sobre una mayoría chiíta. Está regida por la familia Al-Khalifa, actuando Hamad ibn Isa al Khalifa como rey, y su tío, Salman ibn Hamad al Khalifa como primer ministro. En Bahrein se ha vivido una de las situaciones más tensas de las últimas semanas, con el ataque de los soldados del régimen a los “amotinados”, tiroteados en la Plaza de la Perla, en la capital del país, Manama. Bahrein tiene un goteo constante de bajas día a día, pero la presión de Arabia Saudí, interesada desde luego en un país que es la llave del movimiento del petróleo en el Golfo Pérsico, parece mantener aún esta revolución bajo mínimos.

            Y por último, Yemen, la tierra de la legendaria Reina de Saba, está gobernada por uno de los hombres que más ágilmente parece haberse movido en un entorno tan complicado como puede ser el de uno de los países árabes más pobres del mundo, que supone una nación unificada hace prácticamente veinte años, con una de sus regiones convertida en el centro de al-Qaeda (o eso parece) y que se ha convertido en el protagonista de la que parece ser la protesta más radical en el mundo árabe a día de hoy, después de la de Libia. Alí Abdulah Saleh, que ha manejado en los últimos tiempos el país, ha hecho del miedo su mejor arma, convirtiéndose en el garante de la estabilidad, y dejando transmitir a los yemeníes y al resto del mundo que, de no estar él para controlarlo, Yemen se convertiría en poco menos que el mismísimo infierno. De hecho, a día de hoy, sigue culpando a al-Qaeda y a Israel (curiosa alianza) de la revolución en su país. Sana´a, la capital de Yemen, está dividida entre detractores del presidente, que se han hecho fuertes en la zona de la Universidad, mientras que la plaza Tahrir (como la de Egipto), ha sido tomada por los adeptos al régimen. Saleh ha prometido abandonar el país en diferentes momentos… 2013, luego 2012… pero los sublevados lo tienen claro. Quieren a Saleh fuera ya. Además, los jeques tribales, que tienen gran importancia en la política yemení, han comenzado a retirar su apoyo a Saleh, representante de una de las tribus más importantes, y la deserción de su hermanastro, uno de los generales más importantes del ejército yemení, que se ha pasado al lado de los rebeldes y que pertenece al mismo clan, ha sido probablemente el golpe más duro para el gobierno de Saleh. Saleh, hoy en día, se encuentra entre la espada y la pared: o se enfrenta a su propio pueblo, o busca una salida más o menos digna y se retira del tablero político. Pero sea cual sea la decisión que tome, no le queda mucho tiempo para pensárselo…

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