No es la crónica de un mundo... es la historia de muchos.

lunes, 18 de noviembre de 2013

EL OCÉANO AL FINAL DEL CAMINO

Si hay un nombre lleno de luces y sombras en el mundo del cómic, ese es el de Neil Gaiman. El escritor británico alcanzó el cielo con la creación de Sandman, obra que no ha tenido parangón en el mundo del Noveno Arte. A partir de aquel momento, con la llegada del Dador de Formas a nuestras vidas, Gaiman entraba en el Olimpo de los Dioses del Cómic por la puerta grande y con sillón preferencial. Ahora bien... lo que también es cierto es que desde aquel momento, en el mundo del cómic Gaiman no ha vuelto a hacer nada realmente llamativo. Evidentemente ha hecho cositas, pero a nivel de viñetas, parece que Gaiman sigue viviendo de las rentas de Sandman (que a mi me parece estupendo, es algo tan grande e incomparable que por mi puede dedicar el resto de su vida a leerse a sí mismo). Sin embargo, aunque despacito, Gaiman no se ha estado quieto, y ha seguido trabajando, lejos de las viñetas, sí, pero en el mundo de la literatura. 



American Gods, Coraline, Los Hijos de Anansi o El Libro del Cementerio han sido algunos de sus éxitos, y ahora ha llegado a las librerías su última obra, con el curioso título que encabeza este post: El Océano al Final del Camino. Podríamos considerar este texto como una novela corta o un relato largo, un género en el que Gaiman parece ser un especialista, un libro que sin mucho esfuerzo puede leerse en menos de una semana (y si le dedicas tiempo, en un par de días); y en él, el autor continúa trabajando en el campo que mejor domina, esa realidad mágica que parece especializado en desarrollar.

A través de historias que arrancan de un espíritu profundamente cotidiano, Gaiman llega a la magia, y lo hace mediante de un camino extraño, el de la normalidad. Sin grandes espectáculos literarios, con una prosa concreta y eficaz, Gaiman consigue que el hecho de que un océano quepa en un cubo, parezca de lo más normal, trayendo una fantasía creíble y sin estridencias, una fantasía que parece estar escondida en cada esquina de nuestro propio mundo, ajena y al mismo tiempo, accesible.

En El Océano al Final del Camino, nos encontramos con un protagonista innominado que regresa a su hogar en una zona rural de Inglaterra para asistir al funeral de un familiar no precisado, y que mientras vaga antes de la celebración en sí, llega a uno de los lugares más representativos de su infancia, un estanque situado tras la vieja granja de las Hempstock, tres mujeres que, cuando él era un niño, vivían solas allí, al final del camino... 

La presencia del estanque hace que el protagonista comience a recordar una historia olvidada perteneciente a su infancia, y que forman el cuerpo de la novela. Así, descubrimos que las Hempstock eran mucho más que simples granjeras, y que el joven protagonista, junto a la menor de estas, Lettie, habían desatado de forma inconsciente sobre la región un mal sin nombre que amenazaba a la familia del protagonista y al propio mundo. Y lo descubrimos todo a través de la sencilla narración de Gaiman, que ya conoce perfectamente este tipo de cuentos narrados desde la perspectiva de un niño. Así llegamos a la conclusión de que hay mundos cercanos a este, de que un océano puede caber en un estanque y también en un cubo, y que hay que saber quitarse los gusanos de encima... o de dentro. 

A los fans de Gaiman os encantará, a los que no lo seáis, os entretendrá. Una buena inversión, y ahora que llegan las navidades, un buen regalo. 

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